Si tuviéramos pasaporte, nuestro nombre completo sería Domaines Barons de Rothschild Lafite. Un nombre bastante largo, estamos de acuerdo en eso. Pero en cierta forma, su extensión es coherente con nuestra historia de larga data.
Podríamos comenzar a contar nuestra historia a partir del 8 de agosto de 1868, cuando el barón James de Rothschild eligió un terroir único en Pauillac, cuyos viñedos ya habían demostrado su potencial de producir vinos de excepción. O incluso podríamos ir más atrás, al año 1234, cuando el nombre «Lafite» se escribe por primera vez en un libro de historia.
Pero esa es la historia de los libros. La que aquí contaremos, es la de nuestra familia, en nuestros días.
En el caso de nuestra familia, la sexta generación está ahora a cargo de nuestros vinos. Cuando hablamos de familia –algo que sucede con bastante frecuencia, porque la familia es parte de todo lo que hacemos– nos referimos a algo más que un grupo familiar.
Hablamos de nuestros viticultores, con quienes hemos trabajado en tiempos de guerra y de paz, con calores abrasadores y heladas combatidas a la luz de las velas.
También nos referimos a nuestras propiedades; cada una de ellas distinta en cuanto a ubicación y personalidad, pero unidas por el mismo espíritu.
Al decir familia, nos referimos a todas las personas que confían en que nosotros hemos sido capaces de capturar un momento en el tiempo y en el terroir y que ese momento lo perciben cada vez que abren una botella de nuestros vinos.
Por su naturaleza, no es posible definir lo que es el espíritu, pero si tuviéramos que resumirlo a una sola palabra, diríamos equilibrio.
El pasado y el futuro
Mantenemos vivas las tradiciones al perpetuarlas y permitirles que evolucionen. De la experiencia, heredamos la sabiduría, sin perder la curiosidad por lo nuevo.
Atemporalidad y arraigo
Llevamos más de un siglo trabajando con las estaciones. Esta continuidad solo se consigue abrazando el cambio perpetuo.
La mano de la naturaleza y la nuestra
Quizás la mayor lección de la naturaleza sea la humildad; nunca el dominio, sino una conversación constante.
Rigor y la ligereza
Creemos que hay que equilibrar las rigurosas exigencias de una jornada laboral con la convivencia, la calidez y la apreciación de lo que nos une y nos hace diferentes.
“Nuestro método siempre ha favorecido la vinificación delicada y un mínimo de intervención.”
Antes que todo, nuestro trabajo es agrícola. Trabajamos la tierra. Nuestro vino depende del clima, de sus vaivenes, cambios e indecisiones.
En el largo espacio de la historia, nuestros terroir nos han sido confiados por poco tiempo. Por esa misma razón, debemos hacer que cada temporada cuente.
Nuestro método siempre ha favorecido la vinificación delicada y un mínimo de intervención, pero siempre con determinación. Hoy en día, todas nuestras propiedades están en plena transición hacia la agricultura orgánica certificada.
Más allá de la pasión y la paciencia, elaborar un vino de esa manera significa existir en varias épocas al mismo tiempo, porque para que un vino sea excepcional dentro de cincuenta años, las decisiones que hoy se tomen deben ser las correctas.
Esta viticultura implica escuchar y proteger a la naturaleza que nos acompaña desde el día en que empezamos. Es encontrar la belleza en elementos incontrolables y creer en nuestra voluntad común de llevar la vid con cuidado, curiosidad y ternura hacia el futuro.